Las ratas andan siempre por lugares lamentables, acordes a su estilo.

28 02 2013

Hay una delgada línea que divide dos mundos que son una antítesis. De un lado se encuentran los seres que logran llevar acabo acciones como pensar, razonar, sentir y demás. Del otro los que no puede hacerlo. Los segundos son un pseudo rock and roll barato tirando a comercial, con acordes extremadamente desafinados por las jugadas necias, sucias y tramposas, esbozando la melodía más triste y dolorosa que una canción puede presentar. Es decir, la mierda pura. Pero eso tardamos en aprenderlo; los verdaderos actos tardan en salir a la luz. Algunos se esfuerzan por retrasar estos actos a tal punto que terminan explotando todos juntos. Y ahí si, agarren todo lo que tengan para tratar de protegerse porque la salpicada de mierda que se viene llega a niveles incalculables.

Aquí el orden de los factores altera el producto de manera importante. Pero, están quiénes saben discernir y quienes se conforman con la mediocridad penosa que algunos proponen, llevando todo a una debacle inimaginable.

El problema generalmente ocurre cuando las hormonas toman el lugar de las neuronas, si es que había. La esperanza de que las cosas pasen de oscuro a gris son casi nulas. Y si por esas casualidades ocurre, va a ser efímero. Hay que aprender que el mono va a ser siempre mono, y por más que engañe, nunca cambiará. Siempre irá en busca de la banana insípida, de esas que carecen de nutrientes. Generalmente, son las más fáciles de conseguir, están más a mano. Y la comodidad siempre gana para estos imberbes. Quizás porque no conozcan otra cosa que eso, o porque no les de para más. Siempre van de la mano de algún cuasi secuaz, porque solos no pueden. Los eternos defensores del gatismo ingrato están cada vez más a la vista.

El sentido inexistente de pertenencia juega roles claves, siempre tirando para abajo.

La bajeza no está exenta de estas situaciones. Diría que acompaña casi al mismo paso, mezclándose y transformándose en algo tan cotidiano como respirar.

Estamos subiendo arriba de un caballo a quien no debería estar, ni por asomo, por subirse a un potrillo recién nacido.

De todas formas, la indecencia de algunos no debería negarle la posibilidad a otros. Eso sí, cuidado. Se camuflan igual que los camaleones y cambian de color según la ocasión.


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